Lo que en un momento determinado me atrajo, ahora me atrae tanto como escuchar el discurso de un político cualquiera. Además de mi mismo, a quien es justo que le diga todo aquello que no me parece de su persona?, que le diga como debe hacer las cosas, que le diga como decir las cosas, que le diga como ser amigo. No me gustan las clases y mucho menos cuando yo no las escogí, todavía menos aquellas que “me sirven, las que son por mi bien”.
Si tan solo pudiera abstraerme de ciertas cosas (en ciertos momentos) para entender realmente lo que sucede a cada instante, sin hacer suposiciones erróneas; me veo reflejado en ciertas cosas y con otras tantas me siento identificado, pero aún así he tomado mi decisión y es poco probable que algo me haga cambiar de parecer.
Cuando los ciclos terminan es difícil aceptarlo, pero cuando ya no hay ninguna circunstancia en común, cual es la razón por la cual se habrá de prolongar una situación agónica? Acaso es cierto que ahora es importante todo aquello que en un momento se deshecho. Al menos eso parece.
Es pertinente agregar que he perdido mi capacidad para mirar a los ojos mientras escucho cierta voz mientras contemplo cierta estampa; que puedo decir, ya no existe el respeto. A pesar de tantos años no se justifican ciertas acciones, al final aquel discurso que alguna vez escuche, hoy carece de respaldo.
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